Monday, February 28, 2011

The fight



(En español más abajo)
 
CanadaIt was 1977 and I was still living in my hometown Necochea. Those were very difficult times for Argentina, but our city seemed to be unaware of this for the most part (I guess I was as oblivious to what was going on as most people appeared to be). I was in Grade 5 and I was going to a school founded and supported by the German community. It wasn’t that far away from home so I would normally walk back home in the afternoons. It wasn’t too long of a walk now that I think of it, but for whatever reason those 9 blocks seemed like 9 kilometers to me.
 
Most of the times I would walk along with my friend Eduardo, a quiet, nice kid who lived just around the corner. We wouldn’t talk much, but we enjoyed each other’s company nevertheless. We would take Avenue 74 and walk on the sidewalks made of dirt (that street hadn’t been paved yet), kicking little rocks and jumping over the little puddles of water here and there. It was fun to walk during the winter, kicking the frost on the grass as we went.
 
One day, and for whatever reason, me and Eduardo had an argument during recess (or maybe while playing soccer during Gym class). The argument was to be settled the only way we knew: with a fight, just after school.
 
I waited for Eduardo outside and, feeling our entire classroom’s eyes on us, we went at it without a word. We fought for a good minute or two, both throwing random punches that almost never landed on the opponent. It was evident that none of us had any interest in hurting the other one; even more, we had no interest in fighting at all. But it was something we had to do, the whole class was watching us and it was too late to take everything back… Parents today would justify their kids’ actions by blaming it on peer pressure, instead of pride and stupidity.
 
Once we both got tired of swinging, we stopped. Hard to tell whether there was a winner or not, as we both showed no signs of having been fighting, other than our hair being messed up and our purple ties not being straight.
 
Once we verified that the crowd was satisfied with the show, we picked up our stuff… and left together, like we did every day.
 
 
 
Argentina
Era 1977 y yo aún vivía en mi ciudad natal, Necochea. Eran tiempos difíciles para Argentina, pero nuestra ciudad parecía no darse cuenta en general (supongo que teníamos tan poca idea de lo que pasaba como mucha otra gente). Yo estaba en Quinto Grado e iba a una escuela fundada y mantenida por la comunidad alemana local. No estaba tan lejos de casa, así que por lo general volvía caminando en las tardes. La caminata no era tan larga cuando uno lo ve a la distancia, pero por el motivo que sea esas nueve cuadras a mí me parecían nueve kilómetros.
 
La mayoría de las veces hacía el trayecto con mi amigo Eduardo, un chico callado y muy bueno que vivía a la vuelta de casa. No hablábamos mucho, pero disfrutábamos la compañía mutua de todos modos. Tomábamos la Avenida 74 y caminábamos por las veredas de tierra (esa calle aún no había sido pavimentada) pateando piedritas y saltando sobre los charquitos de agua que aparecían aquí y allá. Era más divertido caminar durante el invierno, cuando íbamos pateando la escarcha que se formaba sobre el pastito en los boulevares.
 
Un día, por alguna razón, Eduardo y yo tuvimos una discusión durante el recreo (o tal vez jugando al fútbol durante la clase de gimnasia). Sólo conocíamos una forma de solucionar este entuerto: peleándonos a la salida de la escuela.
 
Esperé a Eduardo justo afuera de la escuela y, sintiendo las miradas sobre nosotros, casi sin mediar palabra nos  fuimos a las manos. Peleamos por un minuto o dos, tirando puñetazos aparatosos que rara vez llegaban a destino. Era evidente que ninguno tenía interés en lastimar al otro; más aún, no teníamos ganas algunas de pelear. Pero había que hacerlo, porque la clase entera estaba pendiente y ya era muy tarde para deshacer el asunto… Los padres de hoy justificarían las acciones de sus hijos citando la presión de sus pares, en lugar de aceptar que fue el producto del orgullo y la estupidez.  
 
Una vez que nos cansamos de revolear los brazos, paramos. Fue difícil establecer si había habido un ganador, porque no teníamos signos de haber peleado, salvo por nuestros cabellos despeinados y nuestras corbatas color bordó, que estaban torcidas.
 
Una vez que comprobamos que la audiencia estaba satisfecha con el espectáculo ofrecido, levantamos nuestros útiles en silencio… y nos fuimos caminando juntos, como todos los días.
 
Technorati Tags: ,,

2 comments:

  1. jajaja sí pues, de aquellas grandes peleas de la infancia, en lo que a mí respecta, me han resultado GRANDES AMIGOS. UN fuerte abrazo

    ReplyDelete
  2. La única pelea que me acuerdo del colegio alemán (solo del alemán...) fue en primer grado, cuando un compañero de Guillermo para hacerse el gracioso me agarró de las patas y me empezó a arrastrar por el canto rodado... termino cuando endemientras que me arrastraba agarré una piedrita y con mucha puntería se la encajé en la frente... encima el botón de mi hno. me hizo pedirle perdón...

    ReplyDelete

Please leave a message after the beep

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Buy at KW Empanadas!

Share |