Friday, June 27, 2008

"He's dead, he's dead"

CanadaBack when we were living in the big house on 63 Street in Necochea, we would go out to ride our bikes with my brother Martín. Normally, we would just go around our block, because we weren't allowed on the streets. But we would ride our bicycles as fast as we could. The fact that we never run over anybody was because of us being lucky, not us being careful.
 
We would go to the left side of our house, like following the direction of 63 Street. We would turn left on 66, where the Doña María and Don Felipe had a little market. We would then follow 66 Street until we would turn -once again to our left- onto 65 Street. There was a big house with an iron fence, which belonged to the Centre of Engineers. Inside, there was a couple of lemon trees that produced huge lemons. Neither Martín nor me liked lemons, but we would still break in and 'harvest' them, to then sell them to Doña María, or to Doña Teresa, who also had a mini-market just across the street from my house (and beside the print shop that my mother and her husband Daniel owned). The harvesting of those lemons was very productive, until one day we came across a dog that was way bigger than us, of which we ran away as fast as we could, jumping over the fence. That 'close encounter' marked the end of our agricultural days.
 
We would continue running on 65 Street and then turn again to the left on 64 Street, which was a very busy one (both cars and pedestrians). Almost on the corner of 64 and 63, there was a fruit and vegetable store, from where we would steal bananas as we drove by full speed. Problem was...we didn't like bananas either then, so we would hide them inside of our piano, so Mom wouldn't find out. When the smell started to be noticeable, then we would dispose of them very quietly.
 
We used to have bicycle races with Martín. Our 'home track' was the 110 metres long block on 63 Street, between 64 and 66. We would start from the Oyhamburu Drugstore, and then pass by the pet store, Franca's hair saloon, our friends Daniel and Adelita's house and then our house, the goal being Doña María's mini market.
 
That day, I was feeling confident on my chances of beating Martín once again. My green 'Aurorita' bicycle (which I had gotten for Christmas) was looking better than ever, and I had the age advantage too. However, as soon as we left the drugstore, it was Martín who led the race, which worried me. Even worse, he was half a bike ahead of me as we passed Franca's checkpoint. I made an extra effort and matched his line by the time we drove past Daniel and Adelita's place. As we were getting close to the corner, I started to believe I could win it. But that's when the unexpected happened: Martín, who was riding on the 'inside track' swerved to the right before taking the left turn. I had no time to react, and all I could do was keep going straight, jumping over the curb and then into the 66 Street at full speed. However, I didn't make it to the other side of the road: I hit the read bumper of a big car that was just passing by (maybe a Ford or a Chevrolet). That's where my bike stopped, but not me: I just 'flew' over the car's trunk and landed on my back, arms and legs fully extended (like crucified). I remained motionless for about 5 seconds, until I heard Doña Teresa yell, as she was running towards me:
 
- He's dead, he's dead!
 
But I didn't feel anything! I sat down, confused, touching my arms, legs, head, etc, looking for blood, broken bones, whatever. Nothing. I was completely unharmed. I couldn't believe it...
 
I got up and started to look for my bike, and I found it twice: the front part just by the car and the rear in the middle of the street. Farewell, my green bicycle...
 
I picked up both halves of my bike and mumbled some kind of an apology to the stupefied driver, who could not believe I wasn't dead. I dragged both parts of my bicycle all the way back home, while Martín, Doña Teresa, Doña María, Don Felipe and everybody who had seen the accident were looking with their eyes about to pop out of their sockets. I left the pieces in the garage and went straight to bed (it was about 5 PM), so scared I was... Needless to say, I didn't get on my bike again until way after it was fixed (my grandfather Pepe took it to his neighbour Don Chamba, who had a welding machine).
 
Many years later, I would have to do this whole thing again (pick up the pieces of my bicycle and go home), y many more years later, it was my pieces that somebody picked up and then took to the hospital, but I have already written about that...
 
 
ArgentinaCuando vivíamos en la casona de la calle 63 en Necochea, solíamos salir a andar en bicicleta con mi hermano Martín. Normalmente, lo que hacíamos era dar vueltas a la manzana, porque no teníamos permitido andar por la calle. Eso sí, las vueltas las dábamos a toda velocidad. Que no hubiésemos atropellado a alguien se debió puramente a la suerte, no a nuestra precaución.

Normalmente, salíamos desde casa hacia nuestra izquierda, como siguiendo la dirección de la calle 63. Doblábamos en la 66, en la esquina del mercadito de Doña María y Don Felipe. Seguíamos por la 66 hasta que doblábamos –de nuevo a la izquierda- por la 65. Pasábamos por una casa con rejas, que era la sede del Colegio de Ingenieros. Allí adentro había un  par de limoneros que daban unos limones enormes. Ni a Martín ni a mí nos gustaban, pero más de una vez nos metimos a ‘cosecharlos', para luego vendérselos a Doña María, o bien a Doña Teresa, que tenia una fiambrería y despensa justo en frente de nuestra casa (y al lado de la imprenta de mi mamá y su esposo Daniel). La cosecha de limones fue siempre muy productiva, hasta que una vez nos encontramos un perro más grande que nosotros, del cual escapamos despavoridos saltando por sobre la reja. Nuestros días de agricultores se terminaron luego de ese ‘encuentro cercano’.

Seguíamos por la calle 65, y volvíamos a doblar a la izquierda en la calle 64, que normalmente tenía mucho tránsito. Casi llegando a la esquina con la 63 había una frutería, de la cual más de una vez nos robamos una banana al pasar raudos y veloces en nuestras bicicletas. El problema es que por ese entonces tampoco nos gustaban las bananas, así que los artículos obtenidos iban a parar adentro del piano que teníamos en el escritorio, no fuera cosa que Mamá se enterara. Cuando el olor se ponía complicado, los sacábamos y tirábamos en el mayor de los silencios.

Era costumbre que corriéramos carreras con Martín. Nuestra pista más habitual se limitaba a los 110 metros que la calle 63 tenía entre las calles 64 y 66. Partíamos de la farmacia Oyhamburu, pasando por la veterinaria, la peluquería de Franca, la casa de nuestros amigos Daniel y Adelita y nuestra casa, siendo la línea de llegada el mercadito de Doña María.

Aquel día, yo me sentía confiado acerca de mis posibilidades de ganarle a Martín. Mi bicicleta Aurorita verde (la que me habían regalado para Navidad) estaba mejor que nunca, y tenía la ventaja de la edad. Sin embargo, al salir de la farmacia, Martín tomó la delantera rápidamente, lo que me preocupó. A la altura de la peluquería, ya me llevaba media bici de ventaja. Apuré el tranco y lo empardé a la altura de lo de Daniel y Adelita (nuestros vecinos). Llegando a la esquina, ya estaba casi seguro de mi triunfo. Pero ahí ocurrió lo impensado: Martín, que venía por el lado de la pared (la ‘cuerda’, para los que saben de automovilismo), se abrió para la derecha antes de doblar a la izquierda. Yo no tuve tiempo de reaccionar, y todo lo que pude hacer fue seguir derecho con mi bicicleta, saltando el cordón y cruzando la calle 66 a toda velocidad. Sin embargo, no llegué al otro lado de la calle: impacté de lleno contra el guardabarros trasero de un auto muy grande que justo pasaba por allí, posiblemente un Ford Fairlane o un Chevrolet. Ahí quedó la bici, y yo pasé “limpito” por encima del baúl del auto, aterrizando cuan largo era, de espaldas en la calle. Quedé así, inmóvil, por unos 5 segundos, en los que oí a Doña Teresa gritar, mientras corría hacia mí:

- Está muerto, está muerto!

Pero yo no sentía absolutamente nada! Me senté confuso, tocándome los brazos, piernas, cabeza, etcétera, buscando sangre, huesos rotos, lo que fuera. Nada. No me había hecho absolutamente nada. No lo podía creer.

Me levanté y me fui a buscar mi bicicleta, la que encontré dos veces: la parte de adelante al lado del auto, y la parte de atrás, en medio de la calle. Adiós, mi bicicleta verde…

Tomé los dos pedazos de bicicleta y balbuceé alguna disculpa al conductor del auto, que no podía salir de su asombro al comprobar que no estaba muerto. Arrastré los dos pedazos de bicicleta hasta casa, ante la mirada desorbitada de Martín, Doña Teresa, Doña María, Don Felipe y todos los que habían visto mi accidente. Dejé los pedazos en el garaje, y me fui derechito a la cama (eran como las 5 de la tarde), del 'julepe' (susto) que me había agarrado… De más está decir que no me volví a subir a una bici hasta un buen tiempo después de que me la arreglaron (mi abuelo Pepe se la llevó a Don Chamba, el vecino de enfrente, que tenía un taller mecánico y la soldó).

Pasaron muchos años hasta que nuevamente tuve que juntar los pedazos de mi bicicleta e irme a casa, y muchos más hasta que juntaron mis pedazos y me llevaron a un hospital luego de un accidente, pero estas son otras historias…

 
 
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6 comments:

  1. Tu historia de bicicleta me hace acordar a las mias. Si no me mate o no atropelle a nadie no fue por mi sano juicio sino por pura suerte.

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  2. Las carreras en bicicleta eran tambien mi pasion de chico.Con los chicos de la cuadra o del barrio haciamos verdaderas travesias, sobretodo en esas epocas con menos trafico y calles de tierra. Habian mas obstaculos por sortear... y yo con mi Aurorita naranja metalizado.Impecable historia, amigo Gabriel, impecable.

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  3. Me gustan mucho tus historias de vida, esta me hace acordar mucho a cuando salíamos a andar en bici en la cuadra, lo bueno es que nosotros vivíamos en una calle cerrada y no había peligro de coches.Lo milagroso con vos viene desde chico! Siempre salis airoso!

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  4. Era un chevrolet...y verde metalizado para mas datos... y ademas gane la carrera! Vos abandonaste.

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  5. Eso es espiritu de competencia...Asi es, el que se cae, pierde.Si uno se caia, se embromaba, a esperar la proxima carrera.Un auto, un camion, un rayo... excusas.

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  6. Jua, ahora me acuerdo...
    Releerla me remite a mi ultimo comentario, el que se cae, pierde.

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