Thursday, September 13, 2012

Twenty years is a lot

En español más abajo...

USAI've been out of the country for too long. The 12th anniversary of the day I left my country is coming soon; I left to live in a new country, with a new culture, a different language, a history and an idiosyncrasy that was completely different than mine. Looking back, I would say that it was a very positive experience so far, even though those who read me periodically know well how difficult our first year in Canada was.

I have talked about this several times: in the beginning, our whole family and friends were all over us, wanting to know everything about our experience in the new continent. They wanted updates, pictures, they wanted to know everything. It was due to that, and also due to the persistence of friends like G. Ziegler that I ended putting the story of my first year in Canada (which I had on MS Word) on this blog, in the format of a series of posts, because even then many still wanted to know what had happened to us. But as time passed, us being away gradually stopped being the news of the day and our loved ones began to get used to the idea of us not being around anymore. Our absence, strongly felt at first, became easier to tolerate and with the years it became almost natural and expected.

I don't complain, because I have nothing to complain about. The decision of leaving ARG was our decision, and I would be very selfish (and delusional) if I expected everybody to be thinking about us all the time. Some things that happened did hurt me, of course, but I had to understand that. For example, one of my aunts passed away a month before my own father died. She was not only my aunt but my godmother too. I found out about her passing through the obituary on my hometown's newspaper. What happened was normal: everybody assumed somebody else had notified me. Again, there was no complaint from my side; if anything, it was the confirmation of the fact that I wasn't part of my family's daily lives anymore. It's tough, but you gotta get used to it.

I had the chance to come back a couple of times since I left, but it never was for a good reason. The first time was a few weeks after the death of my father, and the second shortly after the accident my brother had, in which my sister-in-law, a beautiful woman in all senses, lost her life. I was able to be there eventually, but I wasn't there when I would have been really needed. You learn of these news on the phone, you hang up and you sit down in a daze, knowing that there is absolutely nothing you can do, because it would take you a minimum of one day to get there. That is incredibly tough. Due to that, of course, I haven't had the chance -like luckily Gaby and the kids did- of going to Argentina just to rest, visit and enjoy myself. I would love to go there for a week or two someday, and split my time between Necochea and Buenos Aires, visiting family and close friends. I know that the chances of me being able to do this are very slim but well, one can dream.

One thing that I did experienced, and with this I finally get to the point, is that everything changes once you leave. When I went back to Buenos Aires the last time, I felt like a complete foreigner in my own country, more than I have ever felt in Canada. Their customs were not mine anymore; I couldn't relate with the people and their times. I was overwhelmed by all the rush and how grayish everything looked; I couldn't recognize anybody in the news and I was horrified to see the topics that were discussed on TV during the day, when the kids are back from school... Buenos Aires was too much for me that time. I didn't have the chance to go to Necochea, so I don't know how I would have had fared in there. Santi told me he had the best time of his life when he went on March of this year, so who knows, maybe I would have had been able to disconnect and enjoy as well...

The other thing that caught my attention was what happened to me as I met with my family and friends again. In some cases I would find people who were exactly the same as I remembered them, and others who would impress me with how much they had changed. In both cases, these could have meant either a good or bad thing. Allow me to elaborate: I would meet somebody, think "wow, he/she is the same as always" and feel really happy about that, and some other times that would be a really bad thing. :-)

What I didn't process back then was the fact that it was ME the one who had changed the most. Maybe, one of the things that changed in my life and my personality was my degree of tolerance. Who knows, there could have been things that were not a problem for me back then but I had a hard time accepting now, and vice versa. It was a strange exercise, because I felt forced to get to know my family and friends all over again. In some cases, rediscovering someone made me feel very good, and in some others I felt sad when I realized that the years had created a distance between the two of us. Again, that's the law of life. I'm sure that when I go back in five, ten, fifteen years, things will be completely different than the previous times, but never like they were before I left.

There is a tango, one of the most famous, sung by Carlos Gardel. Its name is 'Volver' ('Coming back'), and its lyrics say: "...to feel that life is just a breeze, that twenty years is nothing...". Well, I will disagree. I did go back and yes, I felt that life is like a breeze, but twenty years surely look like a lot to me. Way too many.



ArgentinaLlevo mucho tiempo fuera del país. Se acerca el día en que voy a cumplir 12 años de haber dejado Argentina y haber salido a la aventura de vivir en un país nuevo, con una cultura, un idioma, una historia y una idiosincracia completamente distinta a la mía. Mirando atrás, diría que la experiencia fue muy positiva, aunque quienes me leen desde hace tiempo saben bien qué difícil fue nuestro primer año en Canadá.

Hablé de esto varias veces: al principio, toda la familia y nuestros amigos estaban pendientes de nuestros pasos; pedían noticias, pedían fotos, querían saber todo. Fue por eso, y por la insistencia de amigos como G. Ziegler, por ejemplo, que terminé poniendo la historia de mi inmigración (que tenía en formato MS Word) en este blog, en varios capítulos, porque mucha gente aún quería saber qué nos había pasado. Pero como es natural, a medida que el tiempo pasó también lo hizo la novedad, y pronto nuestra gente querida pasó a estar más acostumbrada al hecho de que no estábamos más. Nuestra ausencia, sentida al principio, se hizo más llevadera y con los años se tornó casi hasta natural y esperable.

No me quejo, porque no tengo de qué quejarme. La decisión de irnos fue nuestra y sería bien egoísta (e iluso) si esperara que todo el mundo siguiera pendiente de nosotros casi 12 años después. Algunas cosas que pasaron me dolieron, por supuesto, pero las tuve que entender. Por ejemplo, un mes antes de la muerte de mi padre, falleció una de sus hermanas, que no sólo era mi tía sino también mi madrina. Yo me enteré por el aviso fúnebre en el diario de mi ciudad natal. Ah, y era mi cumpleaños. Lo que ocurrió fue lo natural en estos casos: todos asumieron que alguien más me había avisado. De nuevo, no hubo reproche de mi parte, sino que la confirmación de que ya no formaba parte de la vida diaria de mi familia allá. Es duro, pero hay que acostumbrarme.

Tuve la chance de volver un par de veces desde que me fui, y nunca fue por un buen motivo. La primera vez fue unas semanas luego de la muerte de mi padre, y la segunda, apenas después del accidente que tuvo mi hermano y en el que perdió la vida mi cuñada, una hermosa mujer en todo sentido.  Yo pude ir eventualmente, pero no cuando mi presencia podría haber sido necesaria. Uno se entera de estas cosas por teléfono, cuelga y se queda sentado ahí, confundido, sabiendo que no hay absolutamente nada que uno pueda hacer porque uno está, como mínimo, a un día entero de poder llegar. Es durísimo. Debido a esto, por supuesto, aún no he tenido la chance -como sí la tuvieron Gaby y los chicos- de volver a Argentina sólo a descansar y pasarla bien. Me encantaría poder alguna vez ir por unos diez días y quedarme bien tranquilito repartiendo mi tiempo entre Necochea y Buenos Aires, visitando a mi familia y la de mi esposa. Sé que las chances de que pueda hacer eso son muy pocas, pero no pierdo las esperanzas.

Una cosa que sí pude comprobar, y con esto por fin voy al punto de este post, es que una vez que uno se va, todo cambia. Cuando volví a Buenos Aires por última vez, en Abril del año pasado, me sentí más extranjero que nunca en mi propia patria, más de lo que me haya sentido nunca en Canadá. Las costumbres de allá ya no eran mías; desconocía la gente, no me adaptaba a los tiempos, me llamaba la atención tanto gris, tanto apuro, no reconocía a nadie en las noticias, me horrorizaba al ver los temas que se debatían en la TV a la hora en que los chicos llegan de la escuela... Buenos Aires me abrumó. No tuve la chance de ir a Necochea esa vez, así que no sé cómo me hubiera ido allí. Santi me dijo que la pasó fantástico allí cuando fue en Marzo, así que supongo que yo me habría podido desconectar y disfrutar también.

Otra cosa que me llamó muchísimo la atención fue lo que sucedió cuando me fui encontrando con mi familia y amigos. En algunos casos pensé "pero si está igual" y en otros "cómo cambió". En ambas situaciones, eso podía haber significado una cosa buena o una cosa mala. Me explico: me encontré con gente que estaba igual y me alegré por eso, y con otra que estaba igual y lo lamenté mucho. :-)

Lo que no procesé en su momento es que YO era el que más había cambiado. Y tal vez, entre tantas cosas que cambié en mi vida, una de ellas fue mis grados de tolerancia. Tal vez hubo cosas que en su momento para mí no eran problema y ahora me costaba aceptar, y viceversa. Fue un extraño ejercicio, porque me vi forzado a conocer de nuevo prácticamente a toda mi familia y mis amigos. En algunos casos, me sentí muy feliz de redescubrir a alguien, y en otros me puso triste ver que los años habían abierto una brecha entre los dos. Pero de nuevo, es una ley de la vida. Estoy seguro de que cuando vuelva de visita, en cinco, diez, quince años, las cosas van a ser totalmente diferentes a lo que fueron las veces anteriores, pero nunca iguales que antes de que yo me fuera.

Hay un tango, uno de los más famosos, que cantaba Carlos Gardel y se llama "Volver", el cual dice: "Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada...". Permítanme estar en desacuerdo. Yo volví, y sí, sentí que era un soplo la vida, pero veinte años es mucho. Demasiado.

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5 comments:

  1. Totalmente. Ya hacen 7 años que estamos afuera y cada vez que voy me pasa eso que describís tan bien. Hay personas que vos creés que conocías y no. Cambian y uno cambia también y el desencuentro a veces duele.

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  2. Es así Gabriel. Siempre vamos dejando de ser de allá pero no importan cuanto tiempo pase, siempre nos va a arrancar una reflexión.

    De todos modos, muchas veces hemos dicho que decidimos irnos por que nos sentíamos extraños en nuestra tierra, por todas esas pequeñas y grandes cosas que nos rompían las pelotas y nos empujaban.

    Así que volver y sentirse extraño quizás sea, después de todo, una consecuencia esperable.

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  3. Vos estás a 10.000km, nosotros nos fuimos a 1.700 de CABA y cada vez que voy me pasan cosas similares, y eso que hace 4 años nada más!
    Ja 20 no es nada... mirá toda la familia que hiciste en 20 años!!!

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  4. Yo volví my pronto y con la ventaja de ir a pasar tres semanas a mi México, no lo sentí tan distinto, quizás porque todavía seguimos muy hilados a él. Pero es cierto que la familia (y UNO mismo) comienza a acostumbrarse a la distancia y en ciertas cosas nos reencontramos iguales y en otras muy distintos. Yo tampoco quisiera ser egoísta e ilusa pero a veces a uno le gustaría pensar que las cosas no van a cambiar tanto. A veces asusta la idea de perder algunos lazos para siempre, aunque es cierto: es una ley de la vida.

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  5. As another immigrant, I can relate! I left "only" 11 years ago but that's a lifetime, really. I changed, France changed, Europe changed, the world changed. I spent my twenties in Canada, that's my adult life. But my childhood will ways be French... I know where my roots are, as well as not to look back too much.

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