Monday, March 28, 2011

La quinta de Pepe (Pepe’s farm)

(En español más abajo)
 
CanadaYou will have to forgive me for now, the text was too long for me to find time to work on the English version. I promise it will be up soon (and by that I mean ‘within this week’) :-)
 
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Me, my brother and my cousins at Pepe’s ‘quinta’ (1969)
Mi hermano, mis primos y yo en la quinta de Pepe (1969) 
 
 
ArgentinaEsta historia es parte de un librito que yo estaba haciendo para mis hijos, titulado “Papá, contame una historia de cuando eras chiquito” (era lo que Santi siempre me decía a la hora de dormir). Todo parece indicar que he perdido el archivo original cuando mi disco rígido de backup decidió inmolarse, pero al menos he recuperado esta historia, que me gusta mucho. Con mis disculpas por el tono informal (está destinada a mis hijos), aquí se las dejo:
 

La quinta del abuelo Pepe

Una vez que se jubiló, el abuelo Pepe se compró una quinta de siete hectáreas no muy lejos de la entrada a Quequén, a unos veinte minutos de viaje desde casa. Todos los días, llueva o truene, Pepe se iba para la quinta y se pasaba el día entero allí. Y por supuesto, nosotros lo acompañábamos. No mentiría si dijera que de todos los nietos, yo era el que iba más seguido, junto con mi primo Cristian. A mí la quinta me encantaba, y más de un verano pasé más tiempo allí que en la playa.

El lugar contaba con una casa vieja y muy desvencijada, que ni luz tenía. Si bien había sido construida en 1927, uno esperaba que estuviera en mejor estado. Había una habitación en la planta baja que ni piso tenía; el resto oscilaba entre el descuido y la decadencia. Sin embargo, como dije, a mí me encantaba. Y más de una vez me quedé a dormir, con falta de luz eléctrica y todo. No me daba nada de miedo. Bueno, un poquito.

A la casa se entraba por la cocina, como era casi tradicional en las construcciones de esa data. En ella, dominaba la escena una enorme ‘cocina económica’, que funcionaba a leña. En realidad la cocina tenía doble propósito, ya que el fuego no sólo calentaba la comida sino que calentaba un caño de agua que pasaba por allí dentro, proveyendo a la casa de agua caliente. Completaba la decoración de la cocina una mesa de madera y un aparador en el que nunca faltaban yerba, azúcar y harina para las tortas fritas o los buñuelos.

Caminando por un pasillo (que tenía una entrada para lo que alguna vez habría sido un lavadero), se llegaba al comedor. Esta era una habitación muy grande, que estaba casi completamente ocupada por una mesa de madera gigantesca. No era raro encontrar a 10 ó 15 personas sentadas a su alrededor, jugando partidos gigantes de chinchón (un juego de cartas). A veces, sólo a veces, me dejaban jugar a mí, lo que me provocaba tanto orgullo como si hubiera ganado el Premio Nobel de fútbol.

Había otra puerta de entrada al comedor, y por allí se iba a la única habitación que había en la planta baja, en la que por lo general dormíamos cuando nos quedábamos a pasar la noche con Pepe. A la derecha, estaba la enorme escalera de madera que conducía arriba. Mas allá, un baño (en desuso) y la habitación sin piso de la que había hablado. Completaba el área una puerta doble, pesadísima, que se abría para dar paso a un patio cubierto, que a su vez daba al exterior.

Arriba había cuatro habitaciones más, y el baño, que tenía una bañera con la ducha más grande que yo haya visto en mi vida. Por suerte, la baja presión del agua hacía el baño llevadero, porque yo siempre me imaginé que si el agua saliera con la fuerza con que lo hace aquí, nos haría agujeros en la piel!

Afuera, había un enorme parque con muchos árboles (la mayoría pinos y eucaliptos). Justo en frente de la casa, había dos enormes troncos de pino cortados de manera tal que funcionaban como mesa. Más atrás, un espacio abierto en el que con Pepe y mi primo Cristian habíamos armado una cancha de fútbol, con arcos y todo. Hacia la izquierda, un espacio grande también, que conducía hacia un tanque de agua (tipo australiano) en donde estaba el molino, con un motor que bombeaba el agua para proveer a la casa. Muchas veces nos bañamos en el tanque, aunque por lo general estaba muy sucio. Alguna vez el tanque tuvo renacuajos y hasta mojarritas. Con Cristian –y a veces Martín- las pescábamos, aunque nunca entendimos cómo habían hecho para llegar allí.

Entre el tanque australiano y la casa, había otra construcción que incluía un garage, algunas piezas (que serían para los peones, pero que casi nunca fueron usadas mientras nosotros estuvimos allí) y una especie de depósito atrás, que tenía un par de sierras para madera, las que nosotros utilizábamos para jugar a la carnicería. Allí también estaba la parrilla en donde hacíamos los asados. Del otro lado, había una cancha de bochas; y alrededor, varios lugares en los que mi primo y yo nos empeñábamos en plantar todo tipo de verduras y hortalizas, las que cultivábamos con resultado dispar.

Saliendo a la derecha de la casa, había un camino que conducía hacia un chalet de mucho menor tamaño, que por lo general habitaba alguna persona contratada por el abuelo para administrar la quinta. Esta casa también estaba un poco ‘venida abajo’ y con el tiempo también terminó teniendo el mismo problema que la casa grande: un par de habitaciones sin piso. Nunca entendí a qué se debió eso. Junto a la casa, había un gallinero bastante grande; y de allí partía un camino que comunicaba a la quinta con la otra parte de esa enorme ‘manzana de campo’, en la que funcionaba la empresa “Sur-Lac”, que era la compañía productora de leche que Necochea tenía por entonces. Más atrás, estaba la zona en donde sembrábamos (papa, maíz, sorgo, trigo, alfalfa, entre otros que recuerdo) y al final, casi sobre la calle por la que entrábamos, el chiquero donde ‘vivían’ los chanchos.

La rutina era siempre muy similar: Nos levantábamos tempranito (con los gallos) y desayunábamos con mate de leche o chocolate Toddy (también nos gustaba uno que se llamaba ‘Nutri Super Hijitus’). El abuelo salía a hacer sus tareas y nosotros lo acompañábamos empujando unos carros hechos con ejes de una carreta que había sido desarmada tiempo atrás. A la altura del gallinero nuestros caminos se separaban: Pepe seguía para el lado del chiquero y nosotros doblábamos hacia la derecha y nos íbamos hasta la Sur-Lac a comprar leche y a veces yogurt (el yogurt de frutilla de Sur-Lac era espectacular!). De ahí nos íbamos de nuevo para la casa, y luego a nuestro refugio, debajo de dos pinos enormes. Allí habíamos alambrado y teníamos nuestras cosas a resguardo de las vacas y otros bichos. Hacíamos un fueguito en un pozo que tapábamos con una chapa, y poníamos la pava encima, para tomar unos mates. Para acompañar la mateada, tirábamos unos choclos encima de la chapa caliente, y le volcábamos un poquito de azúcar encima. El maíz se acaramelaba y lo teníamos que comer con mucho cuidado, porque nos podíamos quemar toda la boca. Ese maíz con azúcar quemada era espantoso, pero lo comíamos siempre.

Promediando la mañana, nos íbamos a juntar huevos al gallinero, y de ahí a la casa a preparar el almuerzo, que por lo general era siempre lo mismo: puchero. Pero no un puchero con todas las verduras, sino uno simplísimo, que se basaba en las (pocas) cosas que teníamos en la quinta. Por lo general, consistía apenas de papa, choclo y caracú, que comprábamos camino a la quinta. A eso le agregábamos el pan (galleta de trincha) que comprábamos en la panadería “La Sureñita”, que también quedaba cerca de la quinta. El menú podría parecer repetitivo y simplón, pero la verdad es que a mí me encantaba. Es el día de hoy que mi comida favorita sigue siendo el puré hecho con papa hervida, choclo y caracú, regado con manteca o –todavía mejor- aceite de oliva. Yum!

La tarde la pasábamos ya sea jugando de nuevo bajo los pinos, o atendiendo nuestros cultivos. Era muy gracioso que yo cultivara tantas verduras y hortalizas, porque la verdad es que no me gustaba casi ninguna. Sin embargo, era una actividad que me gustaba mucho. A veces, el abuelo nos pedía que le diéramos una mano con sus tareas, y allí íbamos, más contentos que perro con dos colas. Nos gustaba tanto sentirnos útiles que hasta alimentar a los chanchos era motivo de orgullo!

A la tardecita nos empezábamos a preparar para volver a casa. La peor tarea del día era juntar todo el lío que habíamos hecho, pero había que hacerlo. Guardábamos los pesadísimos carros que ‘manejábamos’ debajo de los pinos, las herramientas que habíamos usado en nuestra huerta dentro del garage, y traíamos la pava y el mate de nuevo para adentro. Cuando ya nos preparábamos para subirnos al Falcon blanco de Pepe, lo veíamos pasar al abuelo, yendo de nuevo para el lado de los chiqueros. Vaya a saber de qué se habrá acordado, pensábamos. Era evidente que por suerte nos íbamos a quedar un rato más, así que nos bajábamos del auto y salíamos corriendo a alcanzarlo, mientras yo le gritaba:

- Abueeelooo!!! Espérameeeeee!!!

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Seguí yendo a la quinta de Pepe regularmente por muchos años, hasta que el abuelo, dándose cuenta de que ya no podía mantenerla, y muy a su pesar la vendió. Yo ya tenía como veinte años, y a pesar de que entendía perfectamente por qué Pepe la vendía, no pude evitar sentirme muy triste.

Volví a pasar varias veces por allí, la última hace unos ocho años. La quinta lucía completamente distinta. La casa había sido refaccionada y pintada, y ahora tenía electricidad. Los pinos y eucaliptos que estaban a la entrada, habían sido talados. No pude ver el chalet chico y hasta pensé que tal vez lo habrían tirado abajo. La quinta entera lucía muy ‘urbanizada’, sin parecerse en nada a aquel lugar que yo quise tanto. Hasta la Sur-Lac había desaparecido. Me propuse no volver a pasar por allí, y si tenía que hacerlo, no mirar hacia ese lado. Prefiero que la quinta quede en mi memoria como era durante todos esos años en que tanto la disfruté.

Pero… me distraje escribiendo -para qué mentirles, soñando- y ya me parece que Pepe se está a punto de ir para casa. Discúlpenme, chicos, los voy a tener que dejar.

- Abueeelooo!!! Espérameeeeee!!!

 
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My cousin and friends at Pepe’s ‘quinta’Mi primo y sus amigos en la quinta de Pepe
(Pic by Laura Sánchez) 
 
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11 comments:

  1. yo leyera mas este blog si en vez de ponerme primero los articulos en ingles me los pondrias en español ... me parece una payasada tuya... estoy seguro que no soy el unico que piensa asi... vamos no te hagas tanto el canadiense...

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  2. Primero traduzco tu mensaje al español, porque es obvio que no lo conocés y sino la gente de habla hispana tal vez no entienda:

    "Yo leería más este blog si en vez de publicar primero los artículos en inglés, me los publicaras en español. Me parece una payasada tuya; estoy seguro de que no soy el único que piensa así. Vamos, no te hagas tanto el canadiense!"

    Y ahora te contesto, con mucho respeto y educación:

    * Este es mi blog, y yo escribo lo que se me canta y lo organizo de la manera que se me antoja.
    * Lo que a tí (te trato de tú, porque es lo que se estila en Panamá) te parece una payasada a mí me parece lo adecuado, ya que vivo en Canadá y hablo en inglés. Si te hubieras molestado en leer más de tres páginas, comprobarías que este blog comenzó en inglés y luego agregué la sección en castellano.
    * Estás seguro de que no eres el único que piensa así? Seguro! Me importa lo que pienses? Para nada!
    * No me 'hago' el canadiense. Soy canadiense, y a mucha honra! Estoy tan orgulloso de pertenecer a este hermoso país como lo estoy de mis orígenes y mi pertenencia a Argentina.

    Quién carajos te crees que sos para venir a decirme qué escribir, de qué manera organizarlo, y como qué me tengo que presentar?

    Volvete a InmigrantesCanada.com y verás que hay un sinfín de blogs, todos mejores que éste, y que en la gran mayoría están escritos sólo en español. Ahí encontrarás lo que acá no encontraste, y con suerte, los molestarás a ellos.

    Por si no te quedó claro, amigo de Darien, me importa un comino lo que un imbécil como tú me venga a decir desde el anonimato. Si tanto te molesta lo que hago, cambia de canal y no me jodas más la existencia.

    Que tengas un buen día! :-)

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  3. Me faltó comentar algo. Este blog ya lleva 41,856 comentarios. El tuyo fue el primero en criticar porque escribo en inglés o 'me hago el canadiense'. Otra muestra de tu estupidez.

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  4. Perdón, pero no puedo evitarlo. Miren justo qué post eligió el pobre idiota éste para dejar su mensaje... No tiene versión en inglés!!! :-)

    Ay, Dios. Bien dicen que la inteligencia del hombre es limitada, pero la estupidez no tiene límites...

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  5. Muy bueno el relato.
    Me han hablado tanto del abuelo que me parece haberlo conocido.
    Ah, sería piola que traduzcas los títulos de los posts para los que somos de habla hispana, vio?

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  6. Venía de excelente humor, JorMig, pero con tu comentario me hiciste calentar. :-)

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  7. Te calentás, te cansás, que ganás?

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  8. Qué grande Fatiga!!! Personaje de Pepe Marrone, cuya frase célebre Altavista rescató para Minguito. :-)

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  9. Hace 2 días falleció mi abuelo Ismael, que vivió en el medio del campo hasta que yo tuve aproximadamente 10 años. Imaginate lo que era ir a visitarlos! A mi me encanta el campo así que era genial. Me trepaba a un ombú, jugaba a los indios con mis hermanos, jugaba con los perros... Mi otro abuelo también tiene campo, en donde se crió mi mamá, y ahí hacíamos travesuras con mis primitos :)
    Tu post me conmovió, y me hizo recordar más cosas vividas con mi abuelo :)

    A la casa de mi abuelo, donde vivió 50 años y se crió mi papá, también la rompieron toda para "remodelarla" quedando a medio hacer. Así que entiendo como te sentís pensando en lo que es ahora la quinta del tuyo.

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  10. Lindo el relato Gabriel. Deberías seguir con el proyecto del libro para tus hijos. O que sea para tus nietos, una buena manera de unirlos a tus raices argentinas el día que los tengas (todavia no, todavia no!!!)
    No te calentes, idiotas como ese hay en todas partes.

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  11. La verdad es que me re emocione con este post. Todo lo que escribis es digno de ser publicado en un libro para que tus hijos y mas adelante tus nietos puedan saber mas de tu infancia.
    Aaahhh y tu blog es genial asi como esta, se nota que le dedicas tiempo asi que no hagas caso a la gilada. ¡Que tengas un lindo día!.

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